domingo, 19 de marzo de 2017

King Faraday: Más allá de la guerra fría

Los comics, al igual que las sociedades en las que están inmersos, han debido adaptarse a los cambios culturales y modas de cada época. Así, a fines de los años 20 del siglo pasado, las historias de Tarzán y Conan introdujeron a los lectores a los mundos de la aventura y la fantasía heroíca, los continentes perdidos y el género de la espada y la brujería; al mismo tiempo, las historias de los "pulp", novelas baratas de la época, rebosaban de narraciones de suspenso inspiradas en la novela negra, donde detectives duros resolvían misterios a través de la violencia y la seducción. En este último caso, uno de los ejemplos más conocidos en los comics es Slam Bradley, un detective al estilo "hard-boiled" creado por Jerry Siegel y Joe Shuster en el año 1937, un año antes de la aparición de Superman, y cuyas aventuras se extendieron hasta fines de la década de los 40. 

A fines de los años 30 llegó la moda de los super-héroes, personajes disfrazados que, con poderes o sin ellos, combatían al crimen: Superman, Batman, el primer Linterna Verde, La Sociedad de la Justicia, El Capitán América y La Antorcha Humana original, por nombrar algunos de los más conocidos, ayudaron a cimentar la popularidad de este género. De pronto, muchas editoriales comenzaron a crear personajes y lanzar sus propios comics: Timely, Charlton, National, Centaur, Quality y Fawcett fueron algunas de las que capitalizaron este gran momento para la industria, que sería conocido como la Edad de Oro de los comics. Sin embargo, luego de la Segunda Guerra Mundial los súper héroes perdieron popularidad frente a otros géneros de aventuras, quizás más adecuados para la época: la ciencia ficción, el terror, las aventuras ambientadas en el oeste y las historias de romance se volvieron moda y pronto las compañías de comics cambiaron su foco hacia estas historias. 

Otro estilo de aventura popular en este tiempo fue el de las historias policiales pero con un "twist", es decir, con elementos que modernizaron sus elementos básicos y, por decirlo de algún modo, las hicieron más refinadas: mientras que en los años 20 y 30 las historias de detectives se enfocaban en el lado duro de la ley, ambientadas en tugurios de mala muerte, la presencia de villanos alemanes o asiáticos y la infaltable "femme fatale", las historias de detectives de los años 50, influenciadas probablemente por la Guerra Fría, presentaron el arquetipo del agente secreto internacional, cuyo escenario no era ya urbano sino global, que viajaba por el mundo a países extraordinarios para evitar el robo de algún secreto de estado y que se codeaba con la alta sociedad y el glamour de la época, muchas veces emparejándose con alguna estrella de cine. Este modelo de aventuras le permitió a escritores y dibujantes dejar volar la imaginación creando intrigas, misterios y asesinatos a escala mundial, algunos años antes que se publicara la primera novela del conocidísimo James Bond (Casino Royale, en 1953) y al menos una década antes que el género se popularizara finalmente gracias a las adaptaciones al cine del personaje de Ian Fleming, partiendo por "Dr. No" en 1962, protagonizada por Sean Connery.

Muerte en el Expreso del Oriente

La corta historia que quiero reseñar pertenece a este último estilo de narración y realmente me pareció soberbia, pues contiene todos los elementos clásicos del género. Se trata de una historia del personaje King Faraday, creado por Robert Kanigher, conocido por sus historias sobre la guerra, especialmente el Sargento Rock y el As Enemigo; y por Carmine Infantino, célebre por su participación en el resurgimiento de la popularidad de los súper héroes, particularmente Flash, en la segunda mitad de los años 50, período conocido como Edad de Plata de los comics. 

La vida de Faraday, sin embargo, no fue tan prolífica como la de sus autores: su primera aparición fue en una antología de aventureros y detectives publicada por DC a principios de los 50. Luego tuvo algunas apariciones esporádicas hasta recaer en la colección antológica "World's Finest Comics", donde protagonizó algunas historias. Posteriormente no se le volvería a ver hasta la era moderna, en la que fue integrado en el Universo DC a través de la organización Checkmate y el trabajo en organizaciones encubiertas del gobierno Norteamericano. La presente historia apareció en el número 64 de "World's Finest Comics", publicado en mayo/junio de 1953 y fue reeditada en español por editorial Zinco a principios de los 90 en el tomo "Las mejores historias de los años 50 jamás contadas."  





 







Para empezar, la primera ilustración a toda página de Infantino es espectacular, porque pone de manifiesto de inmediato los principales ingredientes de la obra: la acción, la violencia, el suspenso ("un thriller especial") una dama en apuros y una locación extraordinaria: el expreso del oriente, aquel tren de lujo que viajaba entre París y Estanbul y que ha servido de escenario para tantas historias de amor y suspenso. Las siguientes viñetas van dando cuenta de los antecedentes de la historia, que se cuentan en modo "flashback". Si bien la composición de las páginas y las viñetas es bastante tradicional, el verdadero encanto está en los detalles: las expresiones de los personajes, que recuerdan el trabajo de Alex Toth o Milton Caniff; la utilización de la luz, las sombras y los colores para transmitir emociones o resaltar aspectos de la historia y la presentación de elementos típicos de la ambientación detectivesca, por ejemplo, el cigarrillo consumiéndose en el cenicero mientras el personaje utiliza una técnica para obtener una pista o la extraña aparición de personajes secundarios.








La historia, a pesar de su brevedad, logra combinar perfectamente los momentos de narración, acción y descanso de los personajes, creando una alternancia que le permite a los autores introducir datos geográficos e históricos, propios del viaje en tren, de manera fluída. Este sistema de narración es muy adecuado para el estilo de la historia, en el que protagonista debe mezclarse con distintos personajes para encontrar al espía, al tiempo que su entorno va cambiando según avanza el Expreso. Así, Kanigher e Infantino utilizan los recursos transitorios del recorrido, como el paso por un túnel, para complementar la historia y de paso agregar elementos dramáticos.





 Así, el amor fugaz y el suspenso se unen con la intriga de descubir la identidad del espía, intención que llega a su climax en la penúltima viñeta de la página 10, donde Infantino recrea, en un espacio reducido, un sinfín de rostros, evocando con ello los sentimientos de ansiedad y confusión del protagonista. Dicho sea de paso, este recurso me recordó dos portadas clásicas: una mítica ilustración de Neal Adams para Deadman y una portada de Ditko para su Creeper. 

Finalmente el misterio se resuelve y la conclusión llega de manos de una secuencia de acción propia de film de pistoleros, en el techo del tren. Sólo queda el buen sabor luego de haber leído un excelente ejemplo de lo que se puede hacer en un cómic book

 

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