domingo, 3 de julio de 2016

Origen e Historia de los Comic Books (I)

Según Alejandro Jodorowsky: “El comic es para que lo estudien los que no lo hacen.”[1] Como yo no hago comics, sino que simplemente disfruto de los que hacen los escritores y dibujantes, quiero dedicar algunos trabajos a los comienzos del comic book, especialmente el género de súper héroes. Esto, con el propósito de analizar su evolución desde sus orígenes hasta la primera mitad del siglo XX, culminando con el período conocido como la “Edad de Oro.”

Desde sus comienzos, y debido a sus orígenes populares y por hallarse íntimamente ligado a los ideales de entretención y escapismo, el comic, en general, fue categorizado como pasajero y efímero, destinado a niños y jóvenes pre adolescentes, cuyo único objetivo era ser una distracción o pasatiempo. Sin embargo, la evolución del medio y la aceptación del público posibilitaron propuestas y creaciones que desarrollaron este arte mucho más allá de sus primeros límites auto impuestos, y que con el tiempo, permitieron que se le considerase como un objeto coleccionable, culturalmente relevante y, en fin, como el Noveno Arte.

Los comienzos: Novelas ilustradas y sátira política

La historia de los comics, tal como la conocemos hoy, proviene sin duda de las primeras ilustraciones que se pusieron en secuencia para contar un relato. La definición de “arte secuencial” proviene de Will Eisner, artista creador de The Spirit y estudioso del comic book, y entrega el elemento que diferencia este tipo de arte de otros similares, es decir, ilustraciones puestas en orden deliberado para contar una historia: “…la estética propia del arte secuencial como medio creativo de expresión, materia de estudio en sí mismo y forma artística y literaria que trata de la disposición de los dibujos o las imágenes y palabras para contar una historia o especificar una idea.”[2] Según esta definición, es la secuencialidad de las imágenes lo que constituye el elemento característico del comic book; por lo tanto, una ilustración aislada o un dibujo único no tendrían el elemento necesario para ser un cómic, aunque como se verá a continuación, comparten un origen común.

Las primeras expresiones de imágenes en secuencia fueron utilizadas en tiempos antiguos para preservar y transmitir ideas significativas a través de un lenguaje propio: la imagen pictórica. El dibujo, utilizado de esta manera, se siguió utilizando a lo largo de la historia para reforzar la idea escrita y ayudar de esta manera en su comprensión: por ejemplo, en los manuales o tapices medievales que han llegado hasta nuestro tiempo. Asimismo, muchas obras literarias y teatrales llevaban ilustraciones o grabados para mostrar pasajes importantes o para motivar a los lectores, como es el caso de las historias para niños.

Si bien ya existían algunos ejemplos aislados anteriores, durante el siglo XVIII surge un estilo de dibujo particular, la caricatura (o cartoon en inglés) que consiste en la exageración de ciertos rasgos de un sujeto para transmitir una idea acompañada de un texto escrito, generalmente a través de la sátira y el humor. Uno de los precursores de esta técnica es el autor inglés William Hogarth (1697-1764) quien, desde la década de 1720, publica una serie de ilustraciones satíricas sobre acontecimientos y situaciones notables de su tiempo. Su trabajo más famoso es quizás A Rake’s Progress (La carrera de un libertino), una serie de ocho pinturas realizadas a partir de 1732 en las que se muestra, como parte de una continuidad, la historia de un hijo que dilapida la fortuna de su padre. Se trata, así, de uno de los precursores del arte secuencial.





Primeras cuatro pinturas de la secuencia A Rake’s Progress (La carrera de un libertino) de W. Hogarth

Otra obra relevante en esta época es la del ilustrador Joseph Franz Von Goez, (1754-1815) quien en 1783 publica una obra de teatro ilustrada, titulada Leonardo und Blandine: ein Melodram nach Bürger, que sienta las bases del arte secuencial: distintas ilustraciones acompañadas de texto que van avanzando la acción en una sucesión ordenada. A diferencia de estilos posteriores, el trabajo de Goez expresa el dramatismo de la obra con naturalidad y fuerza.





                      Cuatro cuadros de la obra de Goez (1783) que muestra la continuidad de la acción.



Como se mencionó anteriormente, otro antecedente del arte secuencial puede encontrarse en las historias ilustradas de novelas, o más específicamente, libros para niños o aquellos que recogían relatos típicos o costumbristas. Así, muchos artistas, grabadores y talladores de la época reprodujeron en imágenes las historias tradicionales del periodo. Se puede destacar, por ejemplo, la obra del artista alemán Wilhelm Busch (1832-1908) Max und Moritz, publicado en 1865, un tipo de historia con moraleja sobre dos niños y las travesuras que cometen; y, en el mismo estilo, el trabajo de Heinrich Hoffman (1809-1894) Der Struwwelpeter,  que se edita en 1845. Estas obras típicamente incluían una ilustración acompañada de un texto y la acción que se mostraba duraba una sola lámina y no tenía continuidad. Sin embargo, este estilo sería influyente para otras obras posteriores.








Ejemplo de historias para niños ilustradas: Max und Moritz (1865) de W.Busch y Old Mother Hubbard and his dog (1819) por R. Branston.



Paralelamente, y gracias a los avances en las técnicas y mecanismos de impresión, la caricatura política (o editorial cartoon) se vuelve muy popular durante el siglo XVIII y XIX, y comienza a incorporarse en las editoriales de los periódicos para ilustrar sucesos nacionales e internacionales.


Famosa caricatura de James Gillray, publicada en 1805, en la que se muestra a Napoleón y a William Pitt dividiéndose el mundo de la época.

El Glasgow Looking Glass, una publicación escocesa de 1825, presenta todas sus historias a través de imágenes humorísticas o cómicas (comic, en inglés) en las que se ilustran las tendencias del momento, los cambios sociales, las novedades internacionales o los cambios políticos.[3]



Ilustraciones del Glasgow Looking Glass tituladas "Concierto Amateur" e “Inteligencia Doméstica”

La utilización de la caricatura o cartoon como forma de transmitir ideas de forma humorística y creativa influyó, probablemente, en el desarrollo del arte secuencial moderno. Scott McCloud, en su obra Cómo se hace un Cómic, distingue el trabajo del educador suizo Rodolphe Töpffer (1799-1846) como uno de los primeros ejemplos de comic book: se trata de una serie de ilustraciones en secuencia acompañadas en la parte inferior de texto que acompaña o refuerza la acción. McCloud escribe: “El padre del Cómic Moderno en muchos aspectos es Rodolphe Töpffer, en cuyas historias satíricas que datan de mediados de 1800, se sirvió de la caricatura y de viñetas con bordes, y concibió la primera combinación interdependiente de palabras e imágenes aparecida en Europa.”[4] 

Töpffer era un profesor que creó diferentes series de historias para sus alumnos, pues se dio cuenta que de esta manera resultaban más atractivos para su aprendizaje. Estas historias, publicadas en periódicos de la época entre 1833 y 1845 (aunque fueron creadas en la década de 1820) se consideran como una de las primeras expresiones de arte 
secuencial tal como lo concebimos actualmente.


Serie de ilustraciones en secuencia de Töpffer, Histoire de M. Vieux Bois, publicada en 1837.


Histoire de Monsieur Cryptogame, publicada en 1845.


Es así como a una serie de ilustraciones humorísticas, en este caso en la forma de caricatura, se les dio un movimiento propio o secuencia en forma de línea o segmento, que va de izquierda a derecha, y se le acompañó de un diálogo que acompaña o refuerza la acción. Es el nacimiento del cómic strip o tira cómica.


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Un siguiente trabajo analizará el impacto del comic strip en la industria, desde fines del siglo XIX hasta principios del siglo XX.

Todas las ilustraciones perteneces a sus respectivos dueños o autores y sólo han sido utilizadas con fines académicos y de difusión.






[1] Jodorowsky, A. y Lihn, E.: Un Comic, editado por Pablo Brodsky, Santiago, 1992. p. 16.
[2] Eisner, Will: El comic y el Arte Secuencial, Norma, Barcelona, 2007; p.7.
[4] McCloud, Scott: Cómo se hace un Cómic, Ediciones B, Barcelona, 1995; p.17.

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