Stan lee - En su propia pluma ( I )
Hasta el momento había estado subiendo trabajos originales, pero hoy quiero detenerme en un artículo en inglés que encontré hace un tiempo en la web. Se trata de un ensayo escrito por Stan Lee titulado "How I invented Spiderman" (Cómo inventé a Spiderman) publicado en el año 1977 por la revista QUEST , en su edición de Julio-Agosto. Lo interesante de este artículo es que, en primer lugar, Stan "the man" cuenta con sus propias palabras cómo fue su llegada al mundo de los comics, sus primeros estudios y trabajos, sus intereses, sus sueños. Actualmente Lee es una figura mítica, de más de 90 años, involucrado en un sin fin de proyectos y resulta difícil separar el mito de la realidad. Por eso este trabajo, realizado cuando ya se ha convertido en el editor general de Marvel y su rostro más conocido, resulta interesante, pues pasa a formar parte de su leyenda que, hasta cierto punto (y como también se menciona en el artículo) ha sido auto construida.
En segundo lugar, quise traducirlo porque a partir de sus experiencias y su propia vida, Lee refleja los momentos más importantes de la historia del comic book: desde fines de los años 30' (la edad de Oro) pasando por el periodo de entre guerras de los 50, hasta la era Marvel de los 60's; pero además muestra los cambios de la cultura popular de Estados Unidos en estas épocas y cómo el cómic book pasó de ser un simple medio de evasión para niños, efímero y desechable, a un vehículo para mostrar ideas más trascendentes, convirtiéndose en un artefacto indiscutible de la Americana: objetos relacionados con la geografía, la historia, el folklore y la herencia cultural de Estados Unidos.
Para la traducción tomé ciertas libertades para hacerlo más inteligible a nuestro lenguaje y sus usos. En ciertos casos he colocado referencias para explicar algunos términos del slang o lenguaje popular estadounidense.
Stan "The Man" Lee, año 1975
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Cómo inventé a Spiderman
Todo escritor de Comic Books necesita una esposa
inteligente
Por Stan Lee
En caso que hayan estado viviendo fuera del sistema
solar, y por lo tanto no hayan escuchado de Spiderman, déjenme presentarlo de
la manera menos dolorosa posible. El Asombroso Spiderman, para usar su título
completo, aparece en la portada de 6 millones de comic books al año y juega un
papel importante en otros 10 millones. Más allá de los comics, aparece en todas
partes; desde juguetes, a poleras y en la televisión. Es una celebridad no sólo
en Estados Unidos sino también en Inglaterra, Francia, Alemania, Italia,
España, Suecia, Canadá, México, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Indochina y en
la mayor parte de Sud América. Es, de hecho, el héroe de fantasía más popular
del mundo - y también el que mejor
vende.
Ahora que más o menos hemos establecido su nivel de
fama, exploremos cómo pasó y, mucho más importante, qué significa –
principalmente para que aprendamos un poco más sobre nosotros mismos.
Para esto, me han pedido que les cuente algo sobre el
tipo que supuestamente lo comenzó todo – ese sería yo.
A diferencia de la mayoría de los New Yorkinos, que
vienen de alguna otra parte, nací justo en el medio de Manhattan. Asistí a
la De Witt Clinton High School y, en mi tiempo libre, fui miembro de la rama de
Washington Highs del WPA Federal Theatre. Me encantaba actuar. Siempre fui un ham * (expresión en inglés que se
refiere a un mal actor que interpreta sus roles de forma exagerada, o bien
alguien que disfruta actuando pero que lo tiende a hacer de forma exagerada
cuando otros lo observan) Pero la actuación no pagaba las cuentas, y como mi
padre formaba parte de la legión de desempleados de ese tiempo, tuve que situar
mi ambiciosa aspiración en otra parte.
Mientras completaba mi último año en High School, me
transformé en el acomodador de teatros más inepto del mundo, cuya mayor
anécdota de fama fue haberle mostrado el asiento a Eleanor Roosevelt en el
teatro Rivoli, y sufrir la indignidad de que ella me ayudara a levantarme luego
que me tropezara con las piernas de alguien, mientras el administrador del
teatro y la mitad del servicio secreto del país me observaban. Desde aquella
debacle pasé a un trabajo escribiendo obituarios de gente famosa para un
servicio de noticias, de manera que lo tuvieran listo para imprimir cuando
dicha persona falleciera. Al poco tiempo me entró depresión al tener que
escribir sobre gente viva en tiempo pasado, así que abandoné lo que podría
haber sido mi plataforma para una gloriosa carrera en el periodismo. Luego de
varios trabajos part-time que no vale la pena recordar, como escribir
publicidad para un hospital (nunca estuve seguro qué era lo que estaba
promocionando: “Este hospital lo curará más rápido que otros hospitales” “Nuestro
doctores son más seguros que los de ellos”) llegué a un punto de inflexión en
mis 16 ½ años de vida.
Por aquellos días el Herald Tribune de Nueva York
llevaba a cabo una competencia semanal de ensayos abierta para todos los
estudiantes de high school. Se llamaba “The Biggest News of the Week Contest”
(Concurso de las Mayores Noticias de la Semana) y su propósito era, como se
podría esperar, escribir el ensayo más cautivador posible en más o menos
palabras, sobre lo que uno consideraba el evento noticioso más importante de la
semana anterior. Ya sea porque nadie más participó o porque yo era un Walter
Cronkite en potencia (probablemente lo primero), gané tres semanas seguidas.
Uno de los editores me llamó para pedirme que dejara de enviar ensayos y “le diera
a otro la oportunidad.” Si es que no había hecho hasta el momento un compromiso
de por vida, debería considerar convertirme en escritor, me dijo.
En ese momento, el largo brazo de la coincidencia se
hizo cargo. En las siguientes horas supe de una oferta de trabajo en una
compañía que publicaba comic books. En esos días se llamaba Timely Comics. Se
necesitaba un “gofer”* (expresión en inglés para una persona cuyo trabajo es
hacer pequeñas, y generalmente aburridas, tareas para otras personas; una
especie de estafeta o junior) para apoyar en algunas tareas: leer textos para
buscar errores, hacer copias, contestar cartas e ir a buscar café y sándwiches.
Postulé y me dieron el trabajo. No mucho tiempo después, el editor y el artista
principal dejaron la compañía y me preguntaron si creía que podría cubrir el
puesto de editor hasta que encontraran a otra persona. Con 17 años, no se me
habría ocurrido algo mejor. Aparentemente nunca encontraron un reemplazo y he
estado aquí desde entonces.
En las últimas tres décadas he tenido los puestos de
Editor, Director Artístico y Escritor Principal. Luego, en 1972, fui nombrado
Editor general de lo que hoy se conoce como Marvel Comics. Aunque nunca cumplí
mis sueños de convertirme en un actor, he encontrado el suficiente temperamento,
talento y teatralidad en el increíble mundo de los comics books para hacer que
todo valga la pena.
Ahora de vuelta a Spiderman y a los eventos que
llevaron a su creación.
En su propia y simplista manera, los comic books han
reflejado el tenor de sus tiempos. A finales de los años 30 y principios de los
40, coloridos héroes pulp como el Capitán América y el Capitán Marvel casi
habían acabado ellos solos con las fuerzas del fascismo, a juzgar por las
variopintas portadas de sus magazines mensuales. Luego de la Segunda Guerra
Mundial, cuando el público ya estaba saciado de las historias de dictadores
maníacos, los comic books se volcaron a las historias de Western, crímenes y
monstruos. Por un breve periodo, durante el comienzo de los años 50, cuando la
nación disfrutó de una pausa ilusoria entre crisis, los cómics que más vendían
mostraban las inocentes peripecias de los animales animados creados por Walt
Disney, Paul Terry, Walter Lanz y otros más.
En 1961, algo sucedió. Por primera vez dentro de la
memoria popular parecía que no había una tendencia especial en el campo de los
comics books. Ningún título o grupo de títulos parecía excitar a los lectores.
Estos todavía compraban comics – los chicos siempre lo harán – pero sin ningún
entusiasmo discernible. Incluso los títulos de súper héroes, una marca dentro
de la industria, veían sus ventas declinar y parecía que no iban a ninguna
parte.
A primera vista, esto no tenía sentido. Todos decían
que era el tiempo de los héroes. La juventud de América se había inspirado en
John Kennedy y la visión de Camelot; astronautas y cosmonautas realizaban
hazañas increíbles mientras competían por la supremacía del espacio. Era un
tiempo para conceptos provocadores, para gestas más grandes que la vida misma –
un tiempo en el que los súper héroes de los comics debieran estar vendiendo más
que nunca. Pero entonces, ¿qué iba mal?
Personalmente, yo estaba aburrido. Tenía 20 años de
escribir y editar comics a cuestas. Veinte años de “¡¡Tomen eso, ratas!!” y
“¿Así que quieres jugar, eh?”. Veinte años de preocuparme si una oración o
frase estaría por sobre las capacidades de un lector de ocho años. Veinte años
de tratar de pensar como un niño. Y entonces, una exclamación casual de mi
esposa provocó una revolución en los comics comparable a la invención de la
rueda. Dieciocho simples palabras, electrificantes por su elocuencia y por su
importancia para el futuro. Cada sílaba se encuentra grabada en mi memoria:
“¿Cuando vas a dejar de escribir para niños y vas a
comenzar a escribir historias que tú mismo disfrutarías leer?”
Fue una pregunta casual, expuesta de forma casual,
pero realmente me remeció. Me hizo darme cuenta que hasta el momento no había
escrito nada para mí. Por dos décadas insatisfechas me había estado vendiendo,
sublimando cualquier habilidad literaria que pudiera tener en un doloroso
esfuerzo por escribir para adolescentes babeantes y semi-cretinos.
“¡Nunca más!”, grité. “Nunca más haré historias para
las masas sin rostro y sin nombre, para los “otros” de allá afuera. De ahora en
adelante escribiré para una audiencia de uno; una audiencia que no tendré
problema en satisfacer, dado que se exactamente lo que a mí me gusta.”
Cuando llegó el momento de crear un súper héroe
adolescente para Marvel Comics, decidí representarlo como un torpe muchacho de
la vida real, quien por algún milagro había adquirido un súper poder. Tendría
que ser inseguro, inepto, desgarbado y estar constantemente desconcertado y
fuera de lugar frente a los que lo rodean. Sería mi tipo de adolescente. Un
perdedor. Un schlepp* (expresión del inglés para una persona torpe, que se
desenvuelve de forma lenta y sin cuidado) Tal como yo lo había sido cuando
joven. Y sé que si yo hubiera adquirido un súper poder cuando era adolescente,
el único cambio habría sido que ahora sería un schlepp con súper poderes.
Después de todo ¿quien dijo que fuerza extra, o
talento o habilidad tiene que hacer de un tipo un ganador? Si de repente
ganarás la fuerza muscular de 100 hombres… Ok, serías capaz de levantar grandes
pesos y ganarle un gallito a King Kong; pero eso no significa que ya no
tendrías que preocuparte de la caspa, el acné o los hemorroides, ¿cierto? Y
supón que pudieras moverte por las paredes y el techo como una araña humana. ¿No
seguirías preocupándote por los resfríos, las verrugas o los problemas de la
psoriasis? ¿No seguirías teniendo problemas para hacer rendir tu presupuesto o
hablar con una chica a la que no le gustan los trepamuros disfrazados?
Mientras más pensaba en ello, más rápido me llegaban
las ideas. Seguro, seguía escribiendo comic books sobre súper héroes extraños y
tomados de los pelos, pero de repente me di cuenta que estaban empezando a
gustarme. Se había añadido una dimensión extra. Ahora estaba tratando con
personajes como la Antorcha Humana, un joven molesto y extrovertido capaz de
explotar en llamas y volar como un pájaro gracias a que su cuerpo encendido se
volvía más liviano que el aire; Mr. Fantástico, un científico brillante y
egocéntrico con la habilidad de alargar su cuerpo como un pedazo de elástico;
La Cosa (The Thing) un ser monstruoso
con un temperamento que hace juego con su fuerza súper humana, la que sólo es
superada por la popularidad que tiene con los fans; y la Chica Invisible, la
prometida de Mr. Fantástico, cuya famosa habilidad es exactamente la que
insinúa su nombre. Además de los 4 fantásticos, que luchan por la justicia y la
compensación monetaria, estaba también el Increíble Hulk, el mortal más
poderoso de la tierra. Sus características incluyen una piel verde y pesar
cerca de 700 libras. Tan improbable como suenan, estaba intentando colocar
estos personajes fantásticos en el mundo real, tratando de darles rasgos
humanos y reacciones creíbles; tratando de combinar conceptos de cuentos de
hadas con la realidad mundana, y los resultados realmente me engancharon.
Estaba haciendo lo que Jeannie, mi esposa, me había sugerido. Estaba
escribiendo historias para mí, tratando de lograr el sentimiento y el estilo
extravagante e irreverente que me había atraído de autores como Mark Twain,
Bernard Shaw y si, Woody Allen.
Pero más que todo, quería hacer a Spiderman.
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Este artículo ha sido traducido sólo con fines académicos y de difusión, y pertenece a sus autores o a quienes lo publicaron.
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