domingo, 24 de julio de 2016

Stan lee - En su propia pluma ( I )

Hasta el momento había estado subiendo trabajos originales, pero hoy quiero detenerme en un artículo en inglés que encontré hace un tiempo en la web. Se trata de un ensayo escrito por Stan Lee titulado "How I invented Spiderman" (Cómo inventé a Spiderman) publicado en el año 1977 por la revista QUEST , en su edición de Julio-Agosto. Lo interesante de este artículo es que, en primer lugar, Stan "the man" cuenta con sus propias palabras cómo fue su llegada al mundo de los comics, sus primeros estudios y trabajos, sus intereses, sus sueños. Actualmente Lee es una figura mítica, de más de 90 años, involucrado en un sin fin de proyectos y resulta difícil separar el mito de la realidad. Por eso este trabajo, realizado cuando ya se ha convertido en el editor general de Marvel y su rostro más conocido, resulta interesante, pues pasa a formar parte de su leyenda que, hasta cierto punto (y como también se menciona en el artículo) ha sido auto construida.

En segundo lugar, quise traducirlo porque a partir de sus experiencias y su propia vida, Lee refleja los momentos más importantes de la historia del comic book: desde fines de los años 30' (la edad de Oro) pasando por el periodo de entre guerras de los 50, hasta la era Marvel de los 60's; pero además muestra los cambios de la cultura popular de Estados Unidos en estas épocas y cómo el cómic book pasó de ser un simple medio de evasión para niños, efímero y desechable, a un vehículo para mostrar ideas más trascendentes, convirtiéndose en un artefacto indiscutible de la Americana: objetos relacionados con la geografía, la historia, el folklore y la herencia cultural de Estados Unidos. 

Para la traducción tomé ciertas libertades para hacerlo más inteligible a nuestro lenguaje y sus usos. En ciertos casos he colocado referencias para explicar algunos términos del slang o lenguaje popular estadounidense.


Stan "The Man" Lee, año 1975





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 Cómo inventé a Spiderman

Todo escritor de Comic Books necesita una esposa inteligente

Por Stan Lee

En caso que hayan estado viviendo fuera del sistema solar, y por lo tanto no hayan escuchado de Spiderman, déjenme presentarlo de la manera menos dolorosa posible. El Asombroso Spiderman, para usar su título completo, aparece en la portada de 6 millones de comic books al año y juega un papel importante en otros 10 millones. Más allá de los comics, aparece en todas partes; desde juguetes, a poleras y en la televisión. Es una celebridad no sólo en Estados Unidos sino también en Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, España, Suecia, Canadá, México, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Indochina y en la mayor parte de Sud América. Es, de hecho, el héroe de fantasía más popular del mundo -  y también el que mejor vende.

Ahora que más o menos hemos establecido su nivel de fama, exploremos cómo pasó y, mucho más importante, qué significa – principalmente para que aprendamos un poco más sobre nosotros mismos.

Para esto, me han pedido que les cuente algo sobre el tipo que supuestamente lo comenzó todo – ese sería yo.

A diferencia de la mayoría de los New Yorkinos, que vienen de alguna otra parte, nací justo en el medio de Manhattan. Asistí a la De Witt Clinton High School y, en mi tiempo libre, fui miembro de la rama de Washington Highs del WPA Federal Theatre. Me encantaba actuar. Siempre fui un ham * (expresión en inglés que se refiere a un mal actor que interpreta sus roles de forma exagerada, o bien alguien que disfruta actuando pero que lo tiende a hacer de forma exagerada cuando otros lo observan) Pero la actuación no pagaba las cuentas, y como mi padre formaba parte de la legión de desempleados de ese tiempo, tuve que situar mi ambiciosa aspiración en otra parte.

Mientras completaba mi último año en High School, me transformé en el acomodador de teatros más inepto del mundo, cuya mayor anécdota de fama fue haberle mostrado el asiento a Eleanor Roosevelt en el teatro Rivoli, y sufrir la indignidad de que ella me ayudara a levantarme luego que me tropezara con las piernas de alguien, mientras el administrador del teatro y la mitad del servicio secreto del país me observaban. Desde aquella debacle pasé a un trabajo escribiendo obituarios de gente famosa para un servicio de noticias, de manera que lo tuvieran listo para imprimir cuando dicha persona falleciera. Al poco tiempo me entró depresión al tener que escribir sobre gente viva en tiempo pasado, así que abandoné lo que podría haber sido mi plataforma para una gloriosa carrera en el periodismo. Luego de varios trabajos part-time que no vale la pena recordar, como escribir publicidad para un hospital (nunca estuve seguro qué era lo que estaba promocionando: “Este hospital lo curará más rápido que otros hospitales” “Nuestro doctores son más seguros que los de ellos”) llegué a un punto de inflexión en mis 16 ½ años de vida.

Por aquellos días el Herald Tribune  de Nueva York llevaba a cabo una competencia semanal de ensayos abierta para todos los estudiantes de high school. Se llamaba “The Biggest News of the Week Contest” (Concurso de las Mayores Noticias de la Semana) y su propósito era, como se podría esperar, escribir el ensayo más cautivador posible en más o menos palabras, sobre lo que uno consideraba el evento noticioso más importante de la semana anterior. Ya sea porque nadie más participó o porque yo era un Walter Cronkite en potencia (probablemente lo primero), gané tres semanas seguidas. Uno de los editores me llamó para pedirme que dejara de enviar ensayos y “le diera a otro la oportunidad.” Si es que no había hecho hasta el momento un compromiso de por vida, debería considerar convertirme en escritor, me dijo.

En ese momento, el largo brazo de la coincidencia se hizo cargo. En las siguientes horas supe de una oferta de trabajo en una compañía que publicaba comic books. En esos días se llamaba Timely Comics. Se necesitaba un “gofer”* (expresión en inglés para una persona cuyo trabajo es hacer pequeñas, y generalmente aburridas, tareas para otras personas; una especie de estafeta o junior) para apoyar en algunas tareas: leer textos para buscar errores, hacer copias, contestar cartas e ir a buscar café y sándwiches. Postulé y me dieron el trabajo. No mucho tiempo después, el editor y el artista principal dejaron la compañía y me preguntaron si creía que podría cubrir el puesto de editor hasta que encontraran a otra persona. Con 17 años, no se me habría ocurrido algo mejor. Aparentemente nunca encontraron un reemplazo y he estado aquí desde entonces.

En las últimas tres décadas he tenido los puestos de Editor, Director Artístico y Escritor Principal. Luego, en 1972, fui nombrado Editor general de lo que hoy se conoce como Marvel Comics. Aunque nunca cumplí mis sueños de convertirme en un actor, he encontrado el suficiente temperamento, talento y teatralidad en el increíble mundo de los comics books para hacer que todo valga la pena.

Ahora de vuelta a Spiderman y a los eventos que llevaron a su creación.

En su propia y simplista manera, los comic books han reflejado el tenor de sus tiempos. A finales de los años 30 y principios de los 40, coloridos héroes pulp como el Capitán América y el Capitán Marvel casi habían acabado ellos solos con las fuerzas del fascismo, a juzgar por las variopintas portadas de sus magazines mensuales. Luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando el público ya estaba saciado de las historias de dictadores maníacos, los comic books se volcaron a las historias de Western, crímenes y monstruos. Por un breve periodo, durante el comienzo de los años 50, cuando la nación disfrutó de una pausa ilusoria entre crisis, los cómics que más vendían mostraban las inocentes peripecias de los animales animados creados por Walt Disney, Paul Terry, Walter Lanz y otros más.

En 1961, algo sucedió. Por primera vez dentro de la memoria popular parecía que no había una tendencia especial en el campo de los comics books. Ningún título o grupo de títulos parecía excitar a los lectores. Estos todavía compraban comics – los chicos siempre lo harán – pero sin ningún entusiasmo discernible. Incluso los títulos de súper héroes, una marca dentro de la industria, veían sus ventas declinar y parecía que no iban a ninguna parte.

A primera vista, esto no tenía sentido. Todos decían que era el tiempo de los héroes. La juventud de América se había inspirado en John Kennedy y la visión de Camelot; astronautas y cosmonautas realizaban hazañas increíbles mientras competían por la supremacía del espacio. Era un tiempo para conceptos provocadores, para gestas más grandes que la vida misma – un tiempo en el que los súper héroes de los comics debieran estar vendiendo más que nunca. Pero entonces, ¿qué iba mal?

Personalmente, yo estaba aburrido. Tenía 20 años de escribir y editar comics a cuestas. Veinte años de “¡¡Tomen eso, ratas!!” y “¿Así que quieres jugar, eh?”. Veinte años de preocuparme si una oración o frase estaría por sobre las capacidades de un lector de ocho años. Veinte años de tratar de pensar como un niño. Y entonces, una exclamación casual de mi esposa provocó una revolución en los comics comparable a la invención de la rueda. Dieciocho simples palabras, electrificantes por su elocuencia y por su importancia para el futuro. Cada sílaba se encuentra grabada en mi memoria:

“¿Cuando vas a dejar de escribir para niños y vas a comenzar a escribir historias que tú mismo disfrutarías leer?”

Fue una pregunta casual, expuesta de forma casual, pero realmente me remeció. Me hizo darme cuenta que hasta el momento no había escrito nada para mí. Por dos décadas insatisfechas me había estado vendiendo, sublimando cualquier habilidad literaria que pudiera tener en un doloroso esfuerzo por escribir para adolescentes babeantes y semi-cretinos. 

“¡Nunca más!”, grité. “Nunca más haré historias para las masas sin rostro y sin nombre, para los “otros” de allá afuera. De ahora en adelante escribiré para una audiencia de uno; una audiencia que no tendré problema en satisfacer, dado que se exactamente lo que a me gusta.”

Cuando llegó el momento de crear un súper héroe adolescente para Marvel Comics, decidí representarlo como un torpe muchacho de la vida real, quien por algún milagro había adquirido un súper poder. Tendría que ser inseguro, inepto, desgarbado y estar constantemente desconcertado y fuera de lugar frente a los que lo rodean. Sería mi tipo de adolescente. Un perdedor. Un schlepp* (expresión del inglés para una persona torpe, que se desenvuelve de forma lenta y sin cuidado) Tal como yo lo había sido cuando joven. Y sé que si yo hubiera adquirido un súper poder cuando era adolescente, el único cambio habría sido que ahora sería un schlepp con súper poderes.

Después de todo ¿quien dijo que fuerza extra, o talento o habilidad tiene que hacer de un tipo un ganador? Si de repente ganarás la fuerza muscular de 100 hombres… Ok, serías capaz de levantar grandes pesos y ganarle un gallito a King Kong; pero eso no significa que ya no tendrías que preocuparte de la caspa, el acné o los hemorroides, ¿cierto? Y supón que pudieras moverte por las paredes y el techo como una araña humana. ¿No seguirías preocupándote por los resfríos, las verrugas o los problemas de la psoriasis? ¿No seguirías teniendo problemas para hacer rendir tu presupuesto o hablar con una chica a la que no le gustan los trepamuros disfrazados?

Mientras más pensaba en ello, más rápido me llegaban las ideas. Seguro, seguía escribiendo comic books sobre súper héroes extraños y tomados de los pelos, pero de repente me di cuenta que estaban empezando a gustarme. Se había añadido una dimensión extra. Ahora estaba tratando con personajes como la Antorcha Humana, un joven molesto y extrovertido capaz de explotar en llamas y volar como un pájaro gracias a que su cuerpo encendido se volvía más liviano que el aire; Mr. Fantástico, un científico brillante y egocéntrico con la habilidad de alargar su cuerpo como un pedazo de elástico; La Cosa (The Thing) un ser monstruoso con un temperamento que hace juego con su fuerza súper humana, la que sólo es superada por la popularidad que tiene con los fans; y la Chica Invisible, la prometida de Mr. Fantástico, cuya famosa habilidad es exactamente la que insinúa su nombre. Además de los 4 fantásticos, que luchan por la justicia y la compensación monetaria, estaba también el Increíble Hulk, el mortal más poderoso de la tierra. Sus características incluyen una piel verde y pesar cerca de 700 libras. Tan improbable como suenan, estaba intentando colocar estos personajes fantásticos en el mundo real, tratando de darles rasgos humanos y reacciones creíbles; tratando de combinar conceptos de cuentos de hadas con la realidad mundana, y los resultados realmente me engancharon. Estaba haciendo lo que Jeannie, mi esposa, me había sugerido. Estaba escribiendo historias para mí, tratando de lograr el sentimiento y el estilo extravagante e irreverente que me había atraído de autores como Mark Twain, Bernard Shaw y si, Woody Allen.

Pero más que todo, quería hacer a Spiderman. 

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Este artículo ha sido traducido sólo con fines académicos y de difusión, y pertenece a sus autores o a quienes lo publicaron.


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